El Simbolismo fue uno de los movimientos artísticos más importantes de finales del siglo XIX, originado en Francia y en Bélgica. En un manifiesto literario, publicado en 1886, Jean Moréas definió este nuevo estilo como «enemigo de la enseñanza, la declamación, la falsa sensibilidad y la descripción objetiva». El movimiento tiene sus orígenes en Las flores del mal, libro emblema de Charles Baudelaire. Los escritos de Edgar Allan Poe, a quien Baudelaire apreciaba en gran medida, fueron también un gran influyente en el movimiento, concediéndole la mayoría de imágenes y figuras literarias que utilizaría. La estética del Simbolismo fue desarrollada por Stéphane Mallarmé y Paul Verlaine en la década de 1870. Ya para 1880, el movimiento había atraído toda una generación de jóvenes escritores cansados de los movimientos realistas. Fue definido en su momento como un movimiento oscuro y enigmático debido al uso exagerado de metáforas que buscaban evocar afinidades ocultas por medio de la sinestesia.
El simbolismo presenta imágenes opuestas a la realidad visible o científica para demostrar que existe una realidad escondida que, si no es posible conocer, es al menos posible de intuir. Arnold Böcklin, simbolista, decía que la pintura tiene que explicar algo, que la poesía tiene que hacer pensar y una pieza musical impresionar al espectador.
El simbolismo: la expresión del mundo interior
El simbolismo tuvo una aceptación positiva relativamente generalizada entre la crítica y el público de su momento, deseosos de una pintura de vocación trascendente resuelta con una estética de asimilación fácil.
Con el simbolismo nació una división en el Arte Contemporáneo de dos tendencias opuestas. La primera, básicamente impresionista y cubista, considera la imagen como una realidad externa, concebida como un hecho existente fuera del individuo y respecto al cual este se tiene que situar. La segunda, que se identifica con el simbolismo y también con otras corrientes del arte abstracto , considera la imagen como la expresión de algo interior, de una idea, un pensamiento que tiene que ver con la personalidad y la expresividad del artista, y que está al margen de la realidad concreta del mundo que nos rodea.
Sus figuras principales, Gustave Moreau, Arnold Böcklin y Odilon Redon disfrutaron de una importante reputación. Pero el que más éxito tuvo fue Pierre Puvis de Chavannes (1824-1898), especialmente desde la presentación, en 1881, de su cuadro “El pobre pescador”. El cuadro, fascinante por su atmósfera congelada e intemporal, provocó un gran debate entre defensores y detractores de la estética fría y cargada de melancolía, en la cual el color, extraordinariamente harmonizado, es fundamental.